miércoles, abril 19, 2006

APROVECHAR EL APARTAMENTO


Acabo de leer la noticia de que el chico de 18 años, sin carnet de conducir, que produjo seis muertos el otro día, incluída su madre, practicamente no tendrá que ir a la cárcel ya que sólo se le van a imputar 6 delitos de conducción temeraria.
A esto no voy a hacer ningún comentario aunque se me ocurren muchísimos, pero al filo de las sucesivas noticias sobre este hecho he vuelto a pensar en esta vida nuestra, precaria, precaria.
Para empezar, podemos pensar que nuestras existencias -el piso el apartamento, el adosado de nuestras vidas- no son de nuestra propiedad sino que son alquilados: que firmamos un contrato de alquiler el día que nacemos y que el día de nuestra muerte nos mudamos lejos, más allá (el otro barrio se decía antes).
No importa como sean nuestras casas -nuestras vidas- para que tendamos a ocultar algo importante: estamos aquí de paso, tarde o temprano tendremos que devolver la llave de la buhardilla o del palacio, muy a nuestro pesar (en la mayoría de los casos) porque sólo somos alquilados, aunque nos hagamos a la idea de que el piso es nuestro.
Y esto es evidente desde el principio de los tiempos: los primeros alquilados, Adán y Eva, rompieron las reglas del juego y fueron expulsados por un dueño indignado, y con ellos, todos nosotros, a pesar de lo que muchos quieran pensar. Menos mal que el arrendador es bueno.

2 comentarios:

Alberto Portoles dijo...

La verdad es que es también muy buen ejemplo. Ahora bien, se podría todavía rizar más el rizo y decir que en ese viaje se podían haber hecho muchas cosas por los demás y no ir cada uno a la suyo en ese viaje. Por desgracia esa cultura de el ir a lo suyo es "la cultura"... Lo bonito, lo maravilloso de ese viaje es ir haciendo el bien a la gente que va pasando por el vagón, nuestro vagón, aunque solo sea un poquito, no importa que lean o escuchen música. Eso es impresionante y no dejar que los niños se sienten en el suelo, para eso están mis piernas y no dejar que la madre vaya de pie, para eso está mi asiento.

Anónimo dijo...

La idea del arrendamiento, los inquilinos y el casero es buena. Sólo se enfadará un pelín Alberto si digo irónicamente (en plan Dr. House) que me recuerda al prólogo de "Los inquilinos de Monbloom", cuya reseña podéis ver aquí: http://www.librosdelasteroide.com/ficha_libro.php?id=17

Es un libro de los de aguantar hasta el final, te anestesia, te deprime te mete en esa soledad de la que habláis, en esa perspectiva de espectador solitario de las vidas ajenas...
Esto me recuerda también un capítulo de "El amor o la fuerza del sino", donde Chesterton habla de la paradoja de buscar grandes aventuras fuera de mis amistades habituales y de mi propia familia. Esa es la mayor aventura, sin salir de mi casa puedo recorrer el universo de mis hermanos de mis padres, esos mismos que veo sólo con el prisma cenizo y parcial de sus defectos. Hay tanto por descubrir en cada persona cercana...