domingo, febrero 25, 2007

CAMINO DE SANTIAGO


Acabo de hacer el Camino del Norte. Ya van cuatro veces que hago el Camino y espero que las circunstancias me permitan seguir haciéndolo. Han sido días duros en los que la lluvia se ha ocupado de dar un acento trágico en algunos momentos, pero al fin el Monte do Gozo ha recuperado nuestra esperanza perdida por momentos.
En el Camino los Monolitos o Mojones te van sacando de apuros cuando te encuentras perdido, o estás en nuna encrucijada. En la vida pasa lo mismo, hay monolitos, mojones que te ayudan a no perderte: Dios el primero -aunque a muchos les cueste admitirlo, sobre todo los que van perdidos, errantes-, amigos, personas queridísimas que de un modo desinteresado salen al paso en tu camino,... si no fuera por ellos cuantas veces perderíamos el rumbo. Todo caminante tiene que ser humilde y dejarse aconsejar. Hay desalmados que piensan que eso no es bueno, que resta libertad, que uno tiene que ser libre totalmente hasta en esto, el consejo esclaviza, dicen.
Parece que en el Camino también hay desalmados que no quieren mojones y a lo largo del recorrido los encuentras destrozados, machacados, rotos, o con algún elemento desaparecido, como en la foto, donde han sustraído el número de kilómetros que faltan para Santiago. Es una pena que haya personas así, pero las hay..., o como diríamos aquí "haberlas hailas"

lunes, febrero 12, 2007

LA VERDAD DOMÉSTICA



Hay unas verdades muy pequeñas, casi imperceptibles, y paralelamente unas mentiras también muy pequeñas, son de la vida ordinaria, casi no tienen trascendencia, pero no dejan de ser verdades y mentiras. Puede ocurrir, y ocurre, que en ocasiones y con toda la buena voluntad del mundo se recurra a esa mentira pequeña -doméstica- para obtener un bien mayor. En esta tentación pueden caer los padres, los jefes... Y aquí también habría que recordar que el fin no justifica los medios, que no es justificable una mentira, aunque sea "doméstica" para conseguir algo valioso. Que bonita es la verdad pequeña, sin relumbrón, ¡cuánto la quiero!

viernes, febrero 02, 2007

SOSPECHA Y DIFAMACIÓN


Siempre se ha dicho que derruir, destruir, es mucho más facil que construir. Lo he comprobado en muchas ocasiones. A veces es necesario destruir para poder construir algo mejor.
Con las personas es muy distinto, es facil destruir, sembrar la desconfianza, rozar la difamación. No se hace para construir algo mejor, se hace por otra cosa. A veces sencillamente porque uno tiene vocación de ser "sal de todos los platos" o "libertador".
A las personas que difaman, que levantan la sospecha, habría que exponerlas al público con un cartelito que dijeran: he destruído a una persona, o he intentado destruirla.
Otro caso todavía peor es cuando el difamador, el susurrador, el aprendiz de verdugo, se siente feliz porque cree que está haciendo el bien, una cosa excelente, en este caso el cartel podría decir decir: perdonenme porque no es que sea malo, es que soy tonto.
Pero lo peor es que se ha sembrado la sospecha, no importa que sea falsa, no importa que sea infundada: ahí está, y arraigará posiblemente en alguien confiado y en el que ha sido objeto de la difamación -calumnia- dejará una sangrante y dolorosa herida.
Posiblemente no se entienda bien está entrada: no es facil expresar algunas cosas que ocurren cerca de nosotros y que nos cuesta interpretar.