lunes, octubre 02, 2006

LA LIBERTAD AGOBIANTE


Algunos defectos de los hombres de bien son terribles. Son debilidades de personas buenas que actúan siempre con inmejorables intenciones, pero que, amparados en su candorosa bondad, no son capaces de percibir las consecuencias de la nefasta onda expansiva de sus actuaciones, sobre todo en las personas más sensibles o más críticas.

Si el hombre de bien es una personalidad insegura tiende a buscar constantemente normas y reglas para su actuación y se aferra implacablemente a ellas para paliar su inseguridad. Son tremendamente cumplidores, sumisos. Sus jefes confían en ellos y con frecuencia, engañados en su fidelidad, pueden hacer que ocupen puestos de responsabilidad y de gobierno, en los su eficacia coexistirá con el desmayo de muchos.

Una y otra vez, a su alrededor imponen el cumplimiento estricto de esas normas y reglamentos a todos los que dependen de ellos y confusamente hablan de la maravillosa “libertad” que da el cumplir esas aprisionadas normas, no asimiladas, sino ciegamente aceptadas en su literalidad. Para ellos son “libertad”, para el hombre libre esa libertad es “libertad agobiante”, que mata el espíritu.

Constantemente velan por el cumplimiento de esas normas, convirtiendo con frecuencia lo pasajero en absoluto. Difícilmente son capaces de ver más allá de ese bosque reglamentado y descubrir el hombre libre al que se califica de crítico, débil, pero que es el hombre que no quiere ceder ante esa libertad auténtica que le ha dado su creador.

Su libertad agobiante es una auténtica planta invasora que no deja crecer a su alrededor ninguna otra especie.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola viejo amigo,
Absolutamente todo en esta vida está normalizado. Los padres imponen unas normas a sus hijos (hijos que por supuesto tienen un concepto de libertad muy actual: yo hago lo que me da la gana). Los jefes imponen sus normas a sus empleados porque están en su derecho. Nos pagan para dar resultados conforme a la política de empresa. Sino nos gusta, bye bye = hay que cambiar de trabajo. No podemos imponer nuestras ideas. Los políticos crean normas supuestamente al amparo de la igualdad y de la libertad. Aunque a menudo se confunden, no podemos negar que la democracia actúa así. Para mí la libertad es hacer lo que me gusta, que me dejen pensar libremente y tener la opción de elegir. En definitiva, copiando la frase de un juez del TS de los EEUU,el derecho a ser dejado en paz es, sin duda, el principio de todas las libertades. Tú me entiendes, ¿no?

Alberto Portoles dijo...

Tono (orihuelica del Señor) te entiendo, pero no se si alguien no se escandalizaría ante tus palabras.