sábado, junio 23, 2012

TOLERANTES VOLTERIANOS


Voltaire dedica todo el capítulo 8º de su Tratado sobre la tolerancia a alabar el espíritu tolerante del pueblo romano. Cuando llega la hora de hablar de la crueldad de las persecuciones contra los cristianos, lo justifica (aparte de señalar que el número de los mártires no fue tan elevado como suponen los católicos, un curioso argumento) diciendo que fueron los cristianos quienes violentaron el culto tradicional, y que por tanto son ellos los verdaderamente intolerantes. Y que como intolerantes que eran, fueron justamente reprimidos de modo intolerante.
En otro momento, refiriéndose a Japón, justifica la atroz persecución contra los jesuitas en ese país, diciendo que los japoneses practicaban en su imperio doce religiones pacíficamente, y llegaron los jesuitas queriendo introducir la decimotercera. Y hablando sobre una situación similar en China, dice que "es verdad que el gran emperador Tont-Ching, el más sabio y magnánimo, quizá, que haya habido en China, ha expulsado a los jesuitas, pero no porque fuese intolerante, al contrario: porque los jesuitas lo eran".
Una y otra vez sale a relucir una intolerancia visceral hacia todo lo católico. A la hora de justificar la intolerancia, suele presentar precisamente casos en que es ejercida contra los católicos. Y cuando se trata de poner ejemplos de atropellos y de actitudes intolerantes ridículas, suelen aparecer siempre católicos como culpables de ellas.
Cuando habla sobre la discriminación de los católicos ingleses, comenta: "Yo no digo que los que no profesan la Religión del Príncipe (o sea, los que no son anglicanos) deban compartir los puestos y los honores con quienes profesan la religión dominante (los anglicanos). En Inglaterra, los católicos (...) no tienen acceso a los empleos públicos, y pagan el doble de impuestos, pero por lo demás gozan de todos los derechos de los ciudadanos". Es un consuelo –habría que decirle– que solo les hagan pagar el doble de impuestos, y que al menos les permitan vivir, aunque sin muchas facilidades para el empleo.
Como se ve con solo estos pocos ejemplos, la idea de que "hay que ser intolerante con el intolerante" es para Voltaire una patente de corso que le permite justificar actitudes intolerantes que difícilmente aprobaría un observador sensato.
Un eficaz artificio con el que el intolerante suele disfrazarse de hombre tolerante: él mismo juzga quién es el intolerante y qué castigo merece recibir en nombre de "su" concepto de tolerancia.
En los siglos anteriores, la intolerancia había sido cierta y lamentablemente frecuente en la historia, pero hasta entonces nadie se había atrevido a ejercer esa intolerancia en nombre de la mismísima tolerancia.
Este artículo de A. Aguiló no será si será aceptado por los tolerantes de boquilla.

5 comentarios:

Paco Acosta dijo...

¡Que difícil es aceptar las ideas de los que no piensan como nosotros!

Y ¿porqué desde siempre se han atacado a los cristianos? ¿sería por lo de "poner la otra mejilla"?

Alberto Portoles dijo...

Pues tiene toda la razón del mundo: es difícil aceptar las ideas de los otros, pero más cuando nos hablan de algo que no queremos que nos lo recuerden. Igual que queremos quitar de nuestra conciencia algo que nos remuerde, no queremos que nadie nos diga lo que está mal, o que nos sugiera lo que podemos hacer para ser mejores. Hay una cosa que se llama soberbia humana.

Los del Ramiro 64 dijo...

Quizá sea un simple problema de marketing. Partir de que el Dios en que cree uno es el único y verdadero conduce a entrar en conflicto con los que ya tienen un Dios único y verdadero. Quizá fuera más práctico, a efectos de entenderse, partir de que Dios es el mismo para todos, y que la diferencia fundamental entre los aparentemente distintos dioses es la forma en que lo explican los diferentes profetas. Igual desde ahí las religiones comenzarían a volverse compatibles las unas con las otras. Sólo sería cuestión de construir 'interfaces' comunes. Más o menos, lo mismo que se hace para que operen juntos sistemas informáticos incompatibles entre sí. Cuando el mercado demostró la imposibilidad de establecer un standard común al que todos los usuarios se sometieran, nació la normativa de interconexión. Quizá fuera bueno empezar a pensar en algo parecido para las religiones.

Alfonso el Práctico

Alberto Portoles dijo...

Querido Alfonso el Práctico, pues no es lo mismo y siento no poder explicártelo mejor porque creo que tu posición es más visceral que intelectual, más visceral que sentimental. Pero me atrevería a decir que quizá ni tu mismo lo sabrías explicar.

Los del Ramiro 64 dijo...

Probablemente tengas razón, y que ni yo mismo lo sepa explicar. Me he limitado a poner un ejemplo, a manera de parábola, y acepto que quizá no sea de los más afortunados. En cualquier caso, obraba de buena voluntad, la de suponer que las palabras, cuando se trata de comprenderse mutuamente, son preferibles a los autos de fé.

Alfonso