Con motivo de un
coloquio en torno a ciencia y religión, tuve ocasión de repasar algunas
afirmaciones de científicos universalmente reconocidos. He aquí un breve
ramillete:
Isaac Newton: “Lo que sabemos es una gota. Lo que
ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo
no ha podido salir sino del plan de un Ser omnisciente y omnipotente”.
En parecidos términos
se habían expresado Copérnico y Kepler, los
mejores astrónomos de siglos anteriores.
Darwin: “Jamás he negado la existencia de Dios.
Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en
Dios”.
En modo semejante se
manifestaba Gregor Mendel, monje agustino que definió las leyes de
la herencia genética.
Edison: “Mi máximo respeto y admiración a todos
los ingenieros, especialmente al mayor de todos ellos, que es Dios”.
Algo similar
comentaría, muchos años después,Werner Von Braun, diseñador de los
cohetes V-2 y del proyecto Saturno que condujo al hombre a la Luna.
Albert Einstein, que tampoco puede ser considerado un
tonto, decía: “A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos que
sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible
concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones
delicadísimas que contempla”.
En definitiva, la
ciencia empírica no demuestra ni niega la existencia de Dios, porque no cabe
una demostración experimental en laboratorio. Pero basta abrir una ventana,
mirar un paisaje y contemplar el milagro de la vida para decirnos: este reloj
no lo he construido yo.A. Coll Gilabert
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