
Me lo contaban ayer.
El protagonista es alguien quien en dos ocasiones sucesivas sufrió la lesión de unos derechos pero además de manera chulesca. La actitud prepotente de alguien que tiene poder y lo utliza en beneficio propio y no en servicio a los demás fue el causante del atropello.
Nuestro afectado después de una explosión inicial decidió aceptar y perdonar a esa persona, no por debilidad sino por principios y para conseguir una convivencia pacífica.
Y aquí llega el momento gracioso, el que había agraviado continua en su postura transformada ahora en distanciamiento y vindicación.
Comentaba el agraviado: pues yo creo que perdonándole de corazón sigo ganando.
Yo peinso lo mismo