
No acabo de acostumbrarme a que la gente joven -un sector amplio, muy amplio- no distinga entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira. El único criterio para calificar las acciones en esos dos niveles tan básicos es el sentimiento: me gusta o no, me apetece o no, lo quiero o no. Tampoco puedes apretar, porque entonces surge el consabido: ¡No me agobies!. Estamos ante una generación de padres inmorales, es decir padres que no han transmitido a sus hijos ni una moralidad ni un criterio de verdad.
Es posible que sea matizable lo que digo, pero no borro ni una letra. Cuando hablamos de relativismo estamos hablando de algo muy serio: estamos hablando de desorientación, de naufragio, de ir a la deriva. Estamos hablando también, aunque no sea aparente, de dudas, de sufrimiento, de vacío, de cansancio, de aburrimiento.
Estoy todo el día rodeado de adolescentes, no son un grupo escogido son la media, la generalidad y lo que digo está sacado de ahí, de su vida, de sus vivencias, de lo que malamente cuentan porque no saben expresarse y por eso recurren al "tu ya me entiendes".
Es una terrible situación de tormenta, de huracán, ¿dónde agarrarse? ¿dónde buscar un apoyo? Aunque la respuesta para muchos sea fácil -para mi lo es- no es sencillo transmitirla, aunque haya mucho teórico que no sale de su teoría, de su mundo cerrado, que sea capaz de dar todo tipo de orientaciones a la infantería.
¿Qué te parece? ¿Dónde está el puerto para abrigarse en la tormenta y no naufragar?